martes, 2 de junio de 2009

Nuestro Chocó (Crónica, parte II)


Con la llegada de los españoles, también llegaron enfermedades que no se conocían en estas tierras, como la sífilis, la viruela. Al ser casi diezmados, los aborígenes eran obligados a trabajar como esclavos en la explotación de las minas de oro. La mano de obra escaseaba. La solución de los explotadores fue traer a los negros de África: cazados, amordazados, eran traídos en los barcos negreros y vendidos en los puertos.

Desde el mismo momento que llegaron los españoles a estas tierras, quedaron perplejos ante sus riquezas, sus paisajes, su flora, la diversidad de sus animales. Al río Atrato lo vieron con su delta que se mueve caprichosamente.

La esclavitud fue perdiendo fuerza por muchas razones. En primer lugar estaba la cantidad de deserciones de las minas producto de los malos tratos por parte de los amos. Estaban los levantamientos de los esclavos que cada día sus amos toleraban menos; muchos esclavos formaban palenques y muchos hasta compraban su libertad. Incidió también la llegada de los ingleses que trajeron las dragas para extraer más oro en mayor cantidad y en menor tiempo. Así mismo llegaron con sus políticas de libre mercado e intercambio comercial.

Más tarde llegaron los sirios, libaneses y turcos. Montaron fábricas de hielo, espaguetis, helados y un ingenio azucarero. De estas tierras ellos sacaban pieles, maderas, minerales y azúcar que exportaban a Europa y de allí traían licores, telas, vinos y quesos. El negocio era redondo. Por esa época, el Departamento del Chocó llegó a tener el octavo renglón en el presupuesto de la economía del país. A este tiempo se le llamó la época de oro del Chocó.

Parece que a estas tierras entre más les saquen las riquezas, más producen. Pero no para el beneficio de los raizales nativos y colonos. Muy al contrario, estos están cada vez más pobres, más olvidados.



El Estado sólo los mira para desplazarlos y quitarles las tierras que con tanto sacrificio han abierto a la selva para cultivar en ella su esperanza.

En 1946 llegan a Urabá los primeros compradores de tierras para sembrar las plantaciones de banano que hoy ocupan a más de 30.000 trabajadores. Estas tierras fueron compradas a bajos precios. Sus dueños, los nativos y colonos, fueron amenazados y chantajeados con ese fin. Para usar un término que se ha impuesto ahora, fueron desplazados.

El Departamento del Chocó tiene una posición geográfica privilegiada que le hace estar en la mira de los grandes consorcios y firmas del capitalismo y de la economía mundial. El chocó es bañado por dos mares: el Pacífico y el Atlántico. En su interior contiene más de 150 ríos navegables, más de 300 quebradas ricas en peces y cientos de especies, es decir, los meros recueros hídricos. Se podra decir que es más bien una potencia, a la hora de la verdad. Sus suelos siguen siendo fértiles para la agricultura, la ganadería, etc. Sus bosques siguen teniendo grandes recursos maderables que son explotados indiscriminadamente sin una política de reforestación. Pese a todo el desmedro de su fauna y su flora, sigue siendo la zona más húmeda del planeta y donde caen las gotas más grandes en tiempo de invierno: una de las zonas más ricas en agua.

El Chocó geográfico es una extensión de 7100 Km2 que abarca desde Costa Rica en Centro América y llega un poco más allá de Esmeraldas en Ecuador. Al interior de nuestro país, cubre casi seis departamentos que son Chocó, Valle del Cauca, Nariño, Risaralda, Antioquia y Córdoba. En esta zona existen once ecosistemas y 15 unidades geográficas donde se encuentran más de 8.000 especies de plantas y más de 800 especies de animales invertebrados. Es también una zona receptora de animales migratorios como la tortuga de carey y una variedad de aves. Su suelo almacena gran cantidad de recursos minerales: oro, platino, cobre, carbón, molibdeno, petróleo y uranio.

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